«ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA, EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO».
María es la figura que lleva a plenitud el misterio y la actitud del Adviento. El relato de la anunciación de Lucas no se agota en una sola lectura, sino que siempre implica una novedad inagotable. Esta mujer de Nazaret (aldea desconocida hasta entonces en la historia) será llamada por Dios precisamente para que ese Dios sea el Enmanuel, el Dios con nosotros, el Dios humano. Dios no ha querido avasallar desde su grandeza; y, para ser uno de nosotros, ha querido ser aceptado por esta mujer que, en nombre de toda la humanidad, expresa la necesidad de que Dios sea nuestra ayuda desde nuestra propia sensibilidad.
Dios es quien lleva la iniciativa de construirse una “morada”, una casa, una dinastía, en la casa de María de Nazaret; una mujer del pueblo, de los sin nombre, de los sin historia. El Ángel Gabriel, que antes había sido “rechazado” de alguna manera en la liturgia solemne del templo, por el padre de Juan el Bautista que era sacerdote, es ahora acogido sencilla y humildemente por una mujer sin título y sin nada. Aquí sí hay respuesta y acogida, y aquí Dios se siente como en su casa, porque esta mujer le ha entregado, no solamente su fama y su honra, no solamente su seno materno, sino toda su vida y todo su futuro.
El Concilio Vaticano II presenta a María, Madre de Jesucristo, como «prototipo y modelo para la Iglesia», y la describe como mujer humilde que escucha a Dios con confianza y alegría. «Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza. Cuando falta la alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia.
«El Señor está contigo». No es fácil la alegría en nuestros días con esta terrible enfermedad. Y esta alegría solo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano. Dios está también con nosotros. Esta humanidad, a veces tan desconcertada y perdida, que no acierta a volver al Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. Jesús no nos ha abandonado. Con él todo es posible.
«No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a una sociedad descreída. Miedo a un futuro incierto. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos encierra en la conservación estéril del pasado. Y con esta pandemia crecen nuestros fantasmas. Desaparece el realismo sano y la sensatez evangélica.
Hoy tu vida quiere ser transformada, pero para esto te debes dejar encontrar por tu padre celestial. Sé que hoy vives momentos de tristezas, dolor y angustias, donde lo que mayormente recibimos son malas noticias que causan cierto temor y una vida incierta e insegura. Lo que hace poco inició como una espera de un mes, ya lleva causando estragos por casi un año, trayendo muerte y destrucción. Incluso en las familias que han tenido que aprender a convivir más tiempo juntos; pero a pesar de todo eso, hoy estamos llamados a dejar que se haga la voluntad de Dios en tu vida personal, así como lo hizo la Virgen María.
Aquella jovencita humilde e inmaculada, quien fue reconocida y preparada por nuestro padre Dios como sagrario y morada de su hijo; María, recibe la buena noticia de que va a ser la madre del salvador y por esta anunciación ella se hace madre de todo el pueblo de Dios, y podemos notar la disposición que ella tiene a esa invitación que le hace Dios a través del Ángel, de ser la madre de Jesús. No sabemos si ella entendía del todo lo que estaba ocurriendo; a ella solo le basta que lo que viene provenía de Dios para abandonarse y confiar, dejándose llevar por el amor de Dios y hacerse obediente y disponible. Hoy podemos celebrar a María como modelo de discípula y de vida cristiana, como madre de Jesús, y toda ella inmaculada y limpia de pecado.
«Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros en este tiempo de encerramiento, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo, sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue, sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar: hemos de ayudar a los hombres y mujeres de hoy a descubrir a Jesús. Desde nuestras familias, grupos y comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza. María ha de ser nuestro modelo.
Dotada de gracias especiales que la fortalecen para combatir las fuerzas del mal, ella, con su sí generoso y confiado a la voluntad de Dios, contribuye así enormemente con la salvación y liberación de la humanidad. María es el símbolo de una humanidad llamada a la transparencia de vida, para que los valores del amor, la paz y la libertad resplandezcan en el mundo. Por eso se nos invita a contemplar a María como peregrina de la fe, como aquella mujer que por su sí, se dejó encontrar por Dios poniéndose inmediatamente en camino, dejándose guiar por su fe, y eso es lo que la lleva a creer a pesar de sus dudas. Ella se dejó transformar y en su vientre virginal, dejó que en ella ocurriera aquel milagro.
En el día de María terminemos orando con ella: «María hoy es tu día. Queremos felicitarte. Tú que estas allá en el cielo. Eres la llena de gracia. Yo les digo hijos míos. Que les doy mi vida entera. Los amo hijos queridos. Yo soy la Madre de ustedes. Pero son mis hijos pequeñitos. Oro mucho por ustedes. Para que no se me pierdan. Y todos vengan al cielo». Amén.
Juan Andrés Hidalgo Lora, cmf y José Antonio Pagola.