Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Mateo nos muestra un «discurso eclesiológico» porque en él se contemplan las normas de comportamiento básicas de una comunidad cristiana: perdón, comprensión, solidaridad. Hoy observamos lo que se ha llamado la corrección fraterna, el tema del perdón de los pecados en el seno de la comunidad, y el valor de la oración común.
La corrección fraterna es muy importante, porque todos somos pecadores y tenemos un cierto derecho a nuestra intimidad. Pero aquí se trata de pecados graves que afectan a la comunión, y para ello se debe seguir una praxis de admonición con necesidad de testigos, para que nadie sea expulsado de la comunidad sin una verdadera pedagogía de caridad y de comprensión. Esto exige dar oportunidades, para que no sea el puritanismo lo específico de una comunidad, como muchas lo han pretendido a lo largo de la historia de la Iglesia. La comunidad de Mateo busca ofrecer a los que se han equivocado e incluso ofendido a la comunidad, la nueva oportunidad de integrarse solidaria y fraternalmente en ella.
De esta manera, la oración común enriquece sobremanera nuestra oración personal. Eso no excluye la necesidad de que tengamos experiencias de perdón y de oración personales, pero hay más sentido cuando todo ello se integra en la comunidad. La religión enriquece la dimensión social de la persona humana.
Esta es la promesa de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni enfrentados; que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se reúnan “en su nombre”; que escuchen su llamada, que vivan identificados con su proyecto del reino de Dios. Que Jesús sea el centro, y en este tiempo de encerramiento, esto puede ser en familia.
La presencia viva y real de Jesús es la que ha de animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades. Y por qué no, la vida familiar con sus altas y bajas. Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de manera presencial, sino por los medios que nos presenta la tecnología. Seremos muchos o, tal vez, pocos, pero lo importante es que nos reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un mundo y una sociedad más humana.
Por esos hemos de reavivar la conciencia de que somos comunidades y familias de Jesús. Nos reunimos para escuchar su Evangelio, para mantener vivo su recuerdo, para contagiarnos de su Espíritu, para acoger en nosotros su alegría y su paz, para anunciar su Buena Noticia, y nuestra única esperanza es Jesucristo.
Somos nosotros los que hemos de centrar nuestras comunidades cristianas en la persona de Jesús, como la única fuerza capaz de regenerar nuestra fe gastada y rutinaria. El único capaz de atraer a los hombres y mujeres de hoy. El único capaz de engendrar una fe nueva en estos tiempos de miedos, encerramientos, de abandono de la fe, e incluso, de culpar al propio de Dios por lo que estamos viviendo en medio de esta pandemia. La renovación de nuevas formas de hacer pastoral es urgente. Todo se nos ha venido encima sin estar preparados. Pero nada es tan decisivo como el volver con radicalidad a Jesucristo.
Tal vez Jesús irrumpirá con una fuerza desconocida en esta sociedad descreída y satisfecha, a través de pequeños grupos de cristianos sencillos, atraídos por su mensaje de un Dios Bueno, abiertos al sufrimiento de las gentes y dispuestos a trabajar por una vida más humana. Y más ahora, con los tantos millones de personas que han perdidos sus empleos, sus casas y sobre todo su seguridad. Es bueno recordar que con Jesús todo es posible. Hemos de estar muy atentos a sus llamadas.
“Corrígenos con amor”. Queridos hermanos, hoy más que nunca están alejados de todo y todos. Encerrados en sus hogares donde no encuentran salidas a la situación que hoy están viviendo. Donde por cualquier motivo se ofenden entre ustedes y cuánto daño se hacen, pues aparte del encerramiento en sus casas, cierran el corazón a aquél que le ha ofendido.
Hoy el Señor te recuerda que tienes la responsabilidad de corregir con amor a tu hermano. Pero una corrección fraterna que te haga ganar a ese hermano. Y si él no te hace caso, pídele a alguien más que te ayude a corregir, incluso a perdonar y redimir a ese hermano que es parte de tu familia, de tu comunidad, de tu vida, de tu historia, y por alguna razón él ha fallado.
Con humildad hoy les invito a unirse en oración, pues lo que pidan juntos les será dado por medio de Jesús. Oren para tener una fe más fuerte, apegada y aferrada a Él que es la roca que nos sostiene. Si quieres restablecer tu vida de fraternidad solo tienes que perdonar y que con el perdón exista ese amor fraterno para el bien y el servicio de tu próximo. Y que nunca olvidemos que donde hay dos o tres reunidos en su nombre, ahí está Él en medio de nosotros.
“Perdona siempre al que te ofende”. Apreciados hermanos, si quieren sentirse bien consigo mismos, perdonen de corazón a aquellos que les hayan ofendido. A aquel que te haya hecho tanto daño. Perdona a la persona que te ha robado tu paz y que incluso ha dañado tu vida. Perdona a ese hermano o hermana cuantas veces sea necesario. Sé que perdonar y querer a la persona que nos ha ofendido y nos ha hecho daño no es fácil. Pero tampoco guardar rencor en tu corazón es bueno. Pidamos siempre que nuestros corazones sean semejantes al de Dios, para que podamos perdonar y amar, así como él lo hizo, hasta dar la vida por ti en la cruz.
Nunca te canses de perdonar porque perdonar es vivir la caridad, aunque en momentos nos resulte difícil. Si tú a mi me ofendes, si tú te apartas de mí, si tú dejas de hacer la voluntad de Dios, él siempre te busca y se deja encontrar por ti. Aunque tú le hayas faltado. Si tu próximo que es tu hermano, a ti te hiere y te maltrata e incluso te da la espalda. Tú debes seguir el ejemplo de Jesús, acercarte a tu hermano y brindarle tu perdón. Nada hay mejor que estar en paz con uno mismo y mucho mejor si lo estás con tu hermano. Y otra cosa te digo, si quieres ser feliz en la vida, perdona, ora, ama y sirve con total entrega y dedicación. Nuevamente oremos con este evangelio.
Oración: Señor cuando llame a mi hermano. Que me pudo ofender. Que pueda reconocer. En lo que él ha faltado. Que no me haga caso a mí. Que le haga caso al Señor. Por eso yo llamaré. A una o dos personas. Y toda acusación. Se base en testigos. Y toda acusación. Se base en testimonio. Llamaré a dos o tres. Para que sean testigos. Sino a la congregación. Pero si no hace caso. Será como un pagano. Porque lo ató en la tierra. Y también ató en el cielo. Si él no se puso de acuerdo. Y ponerse en oración. Si pides al Padre del cielo. Él te dará la ayuda. Él estará en el medio. Y tú estarás también. Amén.
Juan Andrés Hidalgo Lora, cmf y José Antonio Pagola.