NO GUARDES LA PALABRA PARA TI
Evangelio: Marcos 6,7-13
En la primera lectura que nos propone la liturgia de este decimoquinto domingo nos hemos encontrado con dos personajes contrapuestos. Por una parte, Amasías, el sacerdote bien integrado en la estructura religiosa, lleno de méritos y privilegios, y, por otra, Amós, el pastor rudo que, de improviso, ha comenzado a actuar como profeta.
El primero es el hombre de éxito, aclamado y respetado porque, al ser amigo del poder de turno, ha alcanzado una posición de prestigio. Sin embargo, Amós es pobre, pero independiente; puede decir lo que piensa; no tiene nada que perder, nada que defender; no debe nada a nadie.
«Pobre para ser libre» podría ser el lema que resume las condiciones establecidas por Jesús en el evangelio de hoy para aquellos que son llamados a anunciar su Palabra. Deben parecerse a Amós, no a Amasías.
El texto del evangelio comienza con el envío de los Doce. Todos son enviados, ninguno es excluido, indicando que el anuncio del Evangelio no es una tarea reservada a algunos miembros de la comunidad.
Los apóstoles son enviados de dos en dos. El cristianismo no puede ser vivido sino en comunidad y, para constituir una comunidad, es necesario ser por lo menos dos. Es por esto que la evangelización nunca es el trabajo de individuos francotiradores.
Una importante innovación introducida por Jesús es que a contrario de los rabinos que eran los alumnos los que los buscaban para aprender la Toráh, Jesús, ordena a sus apóstoles que vayan a ofrecer el mensaje del Evangelio en los ambientes en que viven; tienen que salir.
Por último, a los apóstoles se les concede un poder, el mismo poder que ha ejercitado Jesús, dar órdenes a los “espíritus inmundos”. Por “espíritus inmundos” se entienden todos los poderes que alejan de Dios y de la vida, que suscitan malos sentimientos y causan opresión, violencia e injusticias.
En la segunda parte del relato se dan instrucciones sobre el equipaje que los mensajeros del Evangelio pueden llevar con ellos. Debe ser muy ligero, una túnica, un par de sandalias, un bastón y nada más; el resto es un equipaje que pesa y estorba. Los medios materiales deben ser reducidos a lo esencial.
El bastón tiene un significado simbólico. Moisés y Aarón, han llevado a cabo la obra de la liberación de su pueblo sirviéndose de un bastón, signo de la potencia de Dios. También los discípulos de Cristo, para liberar al hombre de los “espíritus inmundos”, solamente tienen a mano un bastón, es decir, deben confiar en un solo poder, el que les ha sido entregado por Jesús: su Palabra.
A continuación, se indica lo que no deben llevar: ni pan, ni alforja, ni dinero… la eficacia de la misión no depende de la cantidad de medios materiales que se tengan a disposición.
Constituyen también cargas pesadas ciertos usos, hábitos, prácticas devocionales, costumbres religiosas, ligadas a un contexto histórico y cultural ya superado, pero ingenuamente confundidas y equiparadas por algunos al Evangelio.
En la tercera parte Jesús trata de la acogida reservada a sus enviados: algunos serán recibidos con alegría y gratitud, otros rechazados con desdén y desprecio.
El último versículo narra al éxito de la misión de los apóstoles. Con el poder conferido por el Maestro, ellos llevan a cabo la obra de Salvación para la que fueron enviados. Señal de esta Salvación es la derrota de toda forma del mal, el mal físico (las enfermedades) y el mal moral (la expulsión de los demonios).
Jesús María Amatria, cmf.