Aprender a vivir. El evangelista Juan narra los humildes comienzos del pequeño grupo de seguidores de Jesús. Nos relata que Jesús «pasaba». No dice de dónde viene ni adónde se dirige. No se detiene junto al Bautista, pero él les indica a sus discípulos: «Éste es el Cordero de Dios». Jesús viene de Dios como un cordero indefenso. Nunca se impondrá por la fuerza, ni forzará a nadie a creer en él, mostrándonos a un Dios que quiere para nosotros lo mejor y que nos va liberando de engaños, miedos y egoísmos. Quien se encuentra con Jesús, percibe que por fin empieza a vivir la vida desde su raíz, a vivir desde un Dios Bueno, más humano, más amigo y salvador que todas nuestras teorías.
¿Qué buscamos? Nuestra cultura «cerrada», se preocupa más de los medios, olvidando el fin último. Algunos solo se interesan en adquirir objetos para consolar un poco su existencia. Otros buscan escape de la enfermedad, la soledad, la tristeza, los conflictos o el miedo. Otros desean que se les deje solos, sin preocuparse por nadie y que nadie se preocupe por ellos. La mayoría buscamos cubrir las necesidades diarias y luchar por ver cumplidos nuestros pequeños deseos. Pero, aunque todos se cumplieran, ¿quedaría nuestro corazón satisfecho? ¿Se saciaría nuestra sed de consuelo, liberación, felicidad plena?
Se dice que las personas han olvidado a Dios. Pero cuando un ser humano se interroga con algo de honradez, no logra borrar de su corazón «la nostalgia de Dios». Lo más honrado que puede hacer es «buscar». Buscar a Dios hasta con el último resto de sus fuerzas. Dios no se nos esconde; se deja encontrar por quien lo busca con sinceridad. Él está en el interior mismo de esa búsqueda. Así nos dice el Señor en el libro de Isaías: «Yo me he dejado encontrar por quienes no preguntaban por mí. Me he dejado hallar por quienes no me buscaban. Dije: aquí estoy, aquí estoy» (Isaías 65, 1-2).
Creer en Jesús. Los discípulos le responden con otra pregunta: Rabí, « ¿dónde vives?», Jesús les contesta: «Vengan y vean». Hagan ustedes mismos la experiencia. Vengan a convivir conmigo. Lo importante no es buscar algo, sino a alguien. Cuando Jesús nos «toca», es momento de dejarnos alcanzar por él, sin defensas ni reservas, olvidar convicciones, dudas, doctrinas y esquemas. No nos pide que seamos más religiosos ni más piadosos. Sólo que le conozcamos mejor.
No se trata de conocer cosas sobre Jesús, sino de sintonizar con él, interiorizar sus actitudes fundamentales, y experimentar que su persona nos hace bien, reaviva nuestro espíritu y nos infunde esperanza para vivir. Lo decisivo para ser cristiano es sencillamente, tratar de vivir como vivía él. Creer en lo que él creyó, dar importancia a lo que daba él, interesarse por lo que él se interesó. Mirar la vida como la miraba él, tratar a las personas como él las trataba: escuchar, acoger y acompañar como lo hacía él. Confiar en Dios como él confiaba, orar como oraba él, contagiar esperanza como la contagiaba él. ¿No es esto aprender a vivir?
JUAN ANDRÉS HIDALGO LORA, CMF
Párroco