«LO QUE REBOSA DEL CORAZÓN LO HABLA LA BOCA».
Apreciados hijos amados de Dios, hoy octavo domingo del tiempo ordinario nos acercamos a la cuaresma. Pues el próximo miércoles iniciamos ese proceso de preparación en nuestras vidas. Si miramos a nuestro alrededor encontraremos a muchos necesitados, no solo de cosas materiales (comida, agua, techo, ropa), sino también necesitados de las espirituales, como amor, afecto y cariño.
Muchos de ellos con ceguera profunda en su corazón y en sus vidas. Y otros que se creen más que los demás, y nos fijamos en los defectos del hermano, creyéndonos nosotros mejores que los demás. Evita ser impaciente con tu hermano y deja de fijarte solo en sus errores, limitaciones y pequeñeces. Porque muchas veces puede ser una debilidad de todos. Al juzgar a tu hermano, primero reconoce tus faltas, no busques que los demás acepten tus esquemas de vida y tu forma de pensar para tu poderlo aceptar. Porque todos tenemos procesos y proyectos distintos.
Dios mismo nos hizo diferentes en el seno de una familia, de la sociedad y del mundo y es a esa variedad a la que debemos aprender a amar y tolerar. Dios ve tu interior; él te ve con una mirada generosa y compasiva. Él no te desprecia ni te condena por tus faltas y torpezas. Hoy el Señor nos vuelve a llamar hipócritas, porque siempre te fijas solo en los defectos de los demás. Disfrazándote de apariencias y de que solo tú lo sabes todo. El corazón de los que son elegidos o enviados debe ser semejante al de Jesús. Ser luz para los demás para así también poder guiar a otros. Guiarles por el camino de la verdad, del bien y de la vida.
Ya en el evangelio nos encontramos con Jesús, quien hace dos comparaciones. En la primera la del ciego y en la segunda la del discípulo y el maestro. Luego pone de manifiesto que todo árbol valora de verdad sus frutos; ninguno puede dar otro distinto. Los higos no se buscan en los espinos, ni las uvas en las zarzas. Así cada uno de nosotros ofrece lo que es su buena costumbre, sus valores, su esencia y su amor. Si lo que posee es odio, rencor, malos frutos, eso va a brindar a los demás.
Se nos llama hoy a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial y es por eso por lo que debemos de imitarle para hacer crecer el bien en nuestra sociedad y así ver con claridad, para poder guiar a los que van a nuestro lado sin creernos más que ellos. Jesús hoy quiere alejarnos de un camino de falsedad. Al igual que sus discípulos, él quiere que seamos buenas personas sabias y caritativas; no que lo aparentemos. Por eso sería bueno que nos esforcemos en mejorar interiormente, para ofrecer a los demás lo mejor de nosotros mismos y así ser auténticas personas. Que vivamos el reino de Dios y lo difundamos a los demás, pero sin creernos más que el Maestro.
Jesús se da cuenta de que algunos de sus discípulos, en vez de corregir su propio egoísmo y sus defectos, juzgan al otro. Por eso les exhorta, y hoy nos lo recuerda a nosotros, que eliminemos las vigas que hay en nuestro corazón. Que empecemos Como cristianos estamos llamados a vivir el evangelio, no a fingirlo por corregirnos nosotros para poder así limpiar nuestro interior. Las apariencias nos brindan una felicidad momentánea. Por eso sería bueno que luchemos por madurar interiormente, para así eliminar de nuestras vidas todo lo que nos aleja de Dios y de su gracia. Procura seguir cultivando esos valores que tú puedes transmitir a otros y los puede guiar a la verdad.
Jesús, a través de parábolas, nos invita a limpiar nuestra mirada, mente y corazón. De esos prejuicios que creemos de los demás, pues muchas veces vemos con soberbia sus errores y flaquezas, poniendo bien pequeñas las nuestras. Y es ahí, en los otros, donde queremos combatir el mal, y no lo combatimos en nuestro propio corazón. También el Señor hoy nos invita hacer un análisis en nuestras vidas. Identificar qué cosas negativas te están haciendo daño a ti y a tu hermano. Limpia primero tu alma y tu vida. Para que así tú puedas transformar tu vida y ayudar a los demás.
No solo te fijes en los errores de tus hermanos, sino que también les sirvas de aliento y los puedas ayudar. Que tú puedas ayudar a tu hermano e ir caminando juntos hacia el camino que los lleva a alcanzar la salvación. Guiado por esa luz que es el mismo Jesús.
Si nos damos cuenta, Jesús también notó eso de que fácilmente podemos ver los defectos en nuestros hermanos; porque como seres humanos estamos propensos a juzgar y nos creemos más que los demás. Pero solo Dios es el juez capaz de juzgarnos en el amor al final de la vida, porque él es el único capaz de ver los corazones. Puesto que a cada uno nos es más difícil mirar nuestro interior para descubrir nuestros propios errores y debilidades, para evitar ser jueces, y así poder ser misericordioso y bondadoso para con los otros. Porque, así como has cometido errores y Dios te ha comprendido, te ha amado y ha actuado de una forma excepcional en ti. Hoy el Señor a ti te hace un llamado a ser luz en medio de las tinieblas. Pero para eso debemos de quitar la viga y la mota de los ojos, que nos impiden ver en los demás un ente que me necesita. Hoy Dios quiere moldear tu vida, pero quiere que reconozcas también tus faltas.
Pidamos a nuestro Padre Dios que nos permita ser luz, y que sea con su gracia que yo pueda transformar mi vida. Luchemos por hacer el bien y que pueda transmitir a los demás esos buenos valores que me ayudan a imitar a nuestro Padre de amor. Pidamos a ese Padre de amor y de bondad que nos conceda la gracia de reconocer nuestras debilidades, para así poder guiar a otros por el camino de la verdad. Y que yo vea en mi hermano a alguien que merece compañía en medio de lo que él está pasando, para brindarle mi apoyo, mi amor y mi cercanía.
Que las siguientes preguntas te permitan analizar qué debes modificar en tú vida. – ¿Eres tú de los que te crees mejor que los demás? – ¿Esta tú vida iluminada para guiar a tú hermano a Cristo que es luz del mundo? – ¿Es tu vida testimonio para ser servidor y atraer a otros al reino de Dios? – ¿Eres tú capaz de obedecer y acoger con sencillez las enseñanzas del Maestro? Que este día puedas ser luz y puedas ser discípulo y guía para conducir tu vida al camino de la buena noticia. Señor, que yo no vea las faltas en mis hermanos; dame la gracia de ver las mías primero, que son aún más grandes que las de mi hermano.
Terminemos orando al Señor.
«Muy buena comparación. La que Jesús puso al ciego. ¿Cómo lo puedes guiar Si tú estás ciego también? Lo que les puede pasar. Caer los dos en el hoyo. Sólo eres un discípulo. Y no más que tu Maestro. Nunca te fijes en la paja. De tú hermano en los ojos. Mejor fíjate en la tuya. Que es más grande que la de él. Así yo saco la mía. Para yo poder ver bien. Pues ya puedo ver claro. Ahora puedo sacar. La paja que había en el ojo. Y la llevaba mi hermano. Amén».
«Que yo pueda guiar. Aunque sea ciego. Lo pueda guiar. Por un buen camino. Contando contigo. Señor te lo pido. Que vea en mis ojos. Para yo sacar. La que hay en el suyo. Que no vea la falta. Que sea lo bueno. Así alegraría. A mi Padre del cielo. Agraden a Dios. Haciendo las cosas. Que sean todas buenas. Amén».
«Qué sería de mi vida. Si no te tuviera a ti. Cómo pudiera vivir. Si no tuviera un apoyo. Tú eres mi Dios y mi todo. En quien yo puedo confiar. También yo puedo esperar. Porque de ti todo es bueno. Si necesito un consuelo. Contigo puedo contar. Tú nunca me vas a negar. Lo que yo pueda pedirte. Es que estés siempre a mi lado. Sólo no te dejaré. Yo iré donde tú vayas. Y estaré siempre contigo. Amén».
«Yo no quiero verte preso. Quiero verte liberado. Pero envuelto en el amor. Eso es lo que te he dado. Para que tú lo compartas. Y lo muestres en todas partes. Que tú vayas a orar. Nadie puede compartir. Lo que tú no llevas dentro. Tú das el amor que sientes. Porque te lo dio el Señor. Yo siempre te amaré. Y nunca te olvidaré. Yo soy el Padre del cielo. Mi amor siempre vivirá. Y también se llenará. De mi amor que es para ti. Amén».
«Se que me quieres dar más. Yo estoy muy agradecido. Porque me has obedecido. Y haces lo que te mando. Nunca te vives quejando. Aunque te sientas cansado. Señor tú eres mi amparo. Donde me puedo apoyar. También te puedo abrazar. Cuánto amor siento de ti. Recibe todo de mí. Mucha paz y mucho amor. Más grande es la bendición. Que te mando desde el cielo. Amén».
Juan Andrés Hidalgo Lora, cmf