«ENSEÑA DE UNA MANERA NUEVA Y LLENA DE AUTORIDAD»
Y HASTA LOS ESPÍRITUS INMUNDOS, LO OBEDECEN.
Hermanos, hoy vemos que en nuestra Sociedad actual andamos cada uno, por nuestro lado, y que lo que nos dicen, muchos pensamos que es por nuestro mal y violamos siempre la autoridad de aquellos que simplemente nos quieren cuidar, en especial a nosotros, que debiéramos hacer caso a esa autoridad que lo que busca es ayudar y no oprimir. Porque, cuántos no la usan para humillar, maltratar y hacerse imponer a como dé lugar. Pero también podemos ver la autoridad que se utiliza para hacer el bien y esa que sirve para salvaguardar la vida.
Esa autoridad que se nos da para cumplir las normas, las leyes y que nos enseña con una profunda experiencia de vida, nos ayuda a ser mejores cristianos, mejores ciudadanos. También tenemos esa autoridad que se impone con amor, respeto y dedicación. Como lo hace un padre y una madre de familia. Ellos, que hacen lo que dicen y dicen lo que hacen, y en ese detalle imitan a Jesús, porque poseen una autoridad de vida. Por otra parte, encontramos la autoridad que ejercen muchos sacerdotes, que guían, corrigen, velan, acompañan, acogen y luchan para que las cosas salgan bien y siempre su autoridad la ejercen con amor y coherencia, respaldan con su vida lo que dicen sus palabras.
El evangelio de este día nos presenta a Jesús que llega a la sinagoga de Cafarnaúm, donde se pone a enseñar, esto genera admiración ante aquellos que lo escuchan con esa coherencia que a él lo caracteriza; por eso el responde a aquel hombre poseído de un «espíritu inmundo», que al notar quien es Jesús pregunta, «viniste a destruirnos, se quién eres, el Santo de Dios». El reconoce la grandeza que posee Jesús, por eso «Jesús no responde; solo increpa ordenándole que se calle y salga de ese hombre». Cosa que genera gran admiración de los presentes, por esa autoridad que poseen sus palabras, para expulsar demonios y liberar. Su autoridad consiste en que hace lo que dice, porque como maestro es quien tiene el Espíritu Santo. Y muchas palabras pueden renovarse, transformarse rehacerse y obrar en tu vida.
Vemos que la forma de enseñar de Jesús impresiona, ya que crea una conciencia crítica en la gente, con relación a las autoridades religiosas de la época, porque él era totalmente diferente a los escribas. Quienes, a diferencia de Jesús, enseñaban citando autoridades. Por eso, hoy se nos llama a mirar el actuar de Jesús en nuestro propio actuar. Jesús habla de una manera diferente de Dios, de una manera muy cercana, tan cercana que hasta la gente más sencilla lo podía entender. Dios estaba al alcance de la mano. Dios estaba en la vida cotidiana, entre las personas, preocupado y ocupado de nuestras cosas, de nuestras alegrías y de nuestros problemas, y no allá en el cielo, distante y lejano, solo accesible para los que tenían estudios y podían leer y profundizar la Palabra de Dios.
Veamos algunas diferencias:
- La autoridad de Jesús no es ejercida con la fuerza del poder que oprime a otro, sino como regalo de la fuerza de Dios que genera vida y libera.
- Aquella que se expresa con palabras y obras, hoy se le llama a manifestar en coherencia con nuestro servicio y seguimiento del señor. Que nuestra palabra y acciones sean signo de nuestro compromiso por la vida y la dignidad de la persona.
- Es aquella que se ejerce desde el amor, la compasión y la misericordia de Dios.
En la sinagoga, la ley se interpreta con precisión y rigor, pero el endemoniado sigue dominado por su enfermedad y aplastado por su misma sensación de desamparo y dependencia. Hasta que llega Jesús. Después de enseñar, toca actuar. Si Jesús ha dicho que Dios está cerca de los más desfavorecidos, allí hay una persona atrapada, esclavizada, impedida, atemorizada, marginada por su propia gente. Los letrados callan, pero la gente sabe discernir. Jesús libera y sana, enseña con autoridad, no como los letrados. Esto es nuevo, una buena noticia, y causa asombro en el pueblo. Pero quienes se sienten desenmascarados y desposeídos de su poder por su práctica, callan o gritan, no disciernen, se evaden de la conversión. Y no aceptan los signos del Reino.
Sin embargo, aquel hombre al encontrarse con Jesús salió de allí como una persona nueva, libre, con posibilidad de hacer de nuevo una vida normal y reincorporarse a su familia, a la vida social y laboral, y también a la vida religiosa. Hoy debemos de aprender a la hora de ver a Jesús, que no tengamos miedo de acercarnos a su Palabra y dejarnos transformar por ella, como a aquel hombre le pasó. Y que hagamos de nuestra vida un gran testimonio, un gran mensaje para todas las personas, de lo mucho y lo bueno que hace Dios con cada uno de nosotros. La fe es para vivirla con alegría, con esperanza y con gozo.
Hoy muchas personas viven en su interior de imágenes falsas de Dios que les hacen vivir sin dignidad y sin verdad. Lo sienten, no como una presencia amistosa que invita a vivir de manera creativa, sino como una sombra amenazadora que controla su existencia. Jesús siempre empieza a curar liberando de un Dios opresor. Sus palabras despiertan la confianza y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas atraen hacia el amor a Dios, no hacia el sometimiento ciego a la ley. Su presencia hace crecer la libertad, no las servidumbres; suscita el amor a la vida, no el resentimiento. Jesús cura porque enseña a vivir sólo de la bondad, el perdón y el amor que no excluye a nadie. Sana porque libera del poder de las cosas, del autoengaño y de la egolatría.
En este tiempo de dolor y sufrimiento esta es la Buena Noticia del evangelio: No hay desesperación definitiva; siempre se puede seguir esperando incluso «contra toda esperanza». Dios es Salvador para todos aquellos que se ven desbordados por el mal, el pecado, la impotencia o la fragilidad. Esto es lo que descubren con admiración aquellas gentes de Galilea que son testigos del poder y la bondad de Jesús, que libera del «espíritu inmundo» a aquel pobre hombre que se retuerce poseído por el mal.
Y no podemos confundir poder con autoridad. «Autoridad» es un término que viene del latín «augere” que significa «hacer crecer”, “agrandar”, “enriquecer», pues las personas con autoridad ayudan a crecer, nos estimulan, enriquecen la vida de los demás. Esta autoridad nace de la misma persona, de su honestidad, de su actitud responsable y coherente, de su fidelidad. Ningún poder ni cargo, por importante que sean, pueden sustituirla cuando falta.
Acogemos este evangelio orando: «El sábado entró Jesús. Allá en la sinagoga. Ciudad de Cafarnaún. Con autoridad enseñaba. Y quedaban asombrados. Porque era una enseñanza. No como la de los escribas. Había en la sinagoga. Un hombre que poseía un espíritu inmundo. Y se puso a gritar. Nosotros nada tenemos que ver contigo, tú eres. Jesús el Nazareno. ¿Vienes acabar con nosotros? Eres el Santo de Dios. Jesús lo mandó a callar. Y le dijo sal de él. Pero él se retiró. Y también se violentó. Y dando un grito muy fuerte. Seguido salió de él. Pues quedaron sorprendidos. Que hasta los espíritus inmundos tienen que obedecerle. Su fama se extendió. A toda parte alcanzó. Toda la comarca entera de Galilea. Amén».
Juan Andrés Hidalgo Lora, cmf y José Antonio Pagola.