LA ASCENSIÓN: MISIÓN CUMPLIDA, MISIÓN ENCOMENDADA
Evangelio: Lucas 24,46-53
Con el texto de hoy concluye el Evangelio de Lucas. Al concluir su lectura podemos preguntarnos cómo podemos descubrir todo el mensaje de la Vida de Jesús. No resulta fácil. Desde el comienzo, el anuncio a María que va a ser la madre del Salvador, hasta el momento en que descubren la tumba vacía y las apariciones del Resucitado, todo lo que se narra es un enigma. Su propia madre, María, se queda sorprendida y desbordada cuando el proyecto de Dios comienza a hacerse realidad en su Hijo. Todo lo guardaba en su corazón
Los primeros versículos del evangelio de hoy nos dan respuestas. Jesús, cuenta Lucas, abrió la inteligencia de los discípulos a la comprensión de las Escrituras, “Así está escrito…”. Solo la Palabra de Dios anunciada por los profetas puede dar luz y sentido a los acontecimientos de la Pascua. En la Biblia, dice Jesús, estaba ya predicho que el Mesías tendría que sufrir, morir y resucitar.
En la segunda parte del evangelio de hoy, Jesús se convierte en “luz de las naciones” a través del testimonio de sus discípulos. “Ustedes son testigos de todo esto”. Se trata de un encargo muy por encima de la capacidad humana. Para desarrollar la misión de Cristo no bastan la buena voluntad ni las bellas cualidades; es necesario contar con su mismo poder. Esta es la razón de la promesa: “Por eso quédense en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene del cielo”. Es el anuncio del envío del Espíritu Santo, el que se convertirá en protagonista del tiempo de la Iglesia que Lucas nos narrará en el libro de los Hechos de los Apóstoles. En este libro se recordará frecuentemente la presencia del Espíritu en los momentos difíciles y se recordará, así, su asistencia en las decisiones válidas y decisivas de los discípulos que harán que la Iglesia se vaya abriendo y extendiendo.
El evangelio de Lucas concluye con el relato de la Ascensión. Antes de entrar en la gloria del padre, Jesús bendice a los discípulos. La bendición de Jesús acompaña a la comunidad de sus discípulos y constituye la promesa y garantía del éxito pleno de la obra que está a punto de comenzar.
La apelación final, nos invita a alegrarnos, los discípulos “regresaron a Jerusalén llenos de alegría”. Como al comienzo de su Evangelio, Lucas no llama a estar alegres. Es el evangelista de la alegría. Leemos que el ángel del Señor dice a Zacarías: “Él te traerá gozo y alegría, y muchos se regocijarán con su nacimiento”. Poco después, en la historia del nacimiento de Jesús, aparece de nuevo el ángel que dice a los pastores: “No tengan miedo. Estoy aquí para darles una buena noticia, una gran alegría para todas las personas”.
La primera razón por la que los discípulos se regocijan, a pesar de no tener al Maestro visiblemente presente con ellos, es el hecho de que entendieron que Él no es un fracasado vencido por sus enemigos. Han tenido la experiencia de su Resurrección; están seguros que con su muerte y resurrección se rompió el velo del templo que separaba el mundo de las personas del mundo de Dios. Entonces mostró que todo lo que sucede en la tierra, éxitos y contratiempos, injusticias, sufrimientos e incluso los eventos más absurdos, como los que le han sucedido, no escapan al plan de Dios. Si este es el destino de cada persona, la muerte ya no causa temor;
Su muerte Jesús la transformó en un nacimiento a la Vida con Dios. Esta es la primera razón para tratar con esperanza incluso las situaciones más dramáticas y complicadas. La luz de las Escrituras les hizo comprender que Jesús no fue a otro lugar, no se ha desviado, sino que se ha quedado con la gente. Su forma de estar presente ya no es la misma, pero no es menos real. Antes de la Pascua, estuvo condicionado por todas las limitaciones a las que estamos sujetos. Pero ya no existen más limitaciones. Él puede estar cerca de cada persona siempre. Con la Ascensión, su Presencia no ha disminuido, ¡se ha incrementado! Aquí está la segunda razón para la alegría de los discípulos y para la nuestra.
Jesús María Amatria, CMF.