La escena es conocida. Sucedió en las cercanías de Cesarea de Filipo. Los discípulos llevan ya un tiempo acompañando a Jesús. ¿Por qué le siguen?Jesús quiere saber qué idea se hacen de él: “Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Esta es también la pregunta que nos hemos de hacer los cristianos de hoy. ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué idea nos hacemos de él? ¿Le seguimos?
¿Quién es para nosotros ese Profeta de Galilea, que no ha dejado tras de sí escritos sino testigos? No basta que lo llamemos “Mesías de Dios”. Hemos de seguir dando pasos por el camino abierto por él, encender también hoy el fuego que quería prender en el mundo. ¿Cómo podemos hablar tanto de él sin sentir su sed de justicia, su deseo de solidaridad, su voluntad de paz?
¿Hemos aprendido de Jesús a llamar a Dios “Padre”, confiar en su amor incondicional y su misericordia infinita? No basta recitar el “Padrenuestro”.Hemos de sepultar para siempre fantasmas y miedos sagrados que se
despiertan a veces en nosotros alejándonos de él. Y hemos de liberarnos de tantos ídolos y dioses falsos que nos hacen vivir como esclavos.
¿Creemos en el amor predicado por Jesús? No basta repetir una y otra vez su mandato. Hemos de mantener siempre viva su inquietud por caminar hacia un mundo más fraterno, promover un amor solidario y creativo hacia los más necesitados. ¿Qué sucedería si un día la energía del amor moviera el corazón de las religiones y las iniciativas de los pueblos?
¿Hemos escuchado el mandato de Jesús de salir al mundo a curar? No basta predicar sus milagros. También hoy hemos de curar la vida como lo hacía él, aliviar el sufrimiento, devolver la dignidad a los perdidos, sanar heridas, acoger a los pecadores, tocar a los excluidos. ¿Dónde están sus gestos y palabras de aliento a los derrotados de Nuestra República Dominicana?
No es siempre fácil poner nombre a ese malestar profundo y persistente que podemos sentir en algún momento de la vida en nuestra sociedad dominicana. Así me lo han confesado en más de una ocasión personas que, por otra parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva, tal vez una experiencia capaz de dar un color nuevo a su vivir diario.
Lo podemos llamar «vacío interior», insatisfacción, incapacidad de encontrar algo sólido que llene el deseo de vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo «aburrimiento», cansancio de vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar con en el secreto de la vida: nos equivocamos en algo esencial y no sabemos exactamente en qué.
A veces, la crisis adquiere un tono religioso y político. ¿Podemos hablar de «pérdida de fe»? No sabemos ya en qué creer, nada logra iluminarnos por dentro, hemos abandonado la religión ingenua de otros tiempos pero no la hemos sustituido por nada mejor. Puede crecer entonces en nosotros una sensación extraña de culpabilidad: nos hemos quedado sin clave alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero es no ceder a la tristeza ni a la irritación: todo nos está llamando a vivir. Dentro de ese malestar tan persistente hay algo de importancia suma nuestro deseo de vivir algo más grande y menos postizo, algo más digno y menos artificial. Lo que necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de corregir un aspecto concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después. Ahora lo importante es ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de salvación.
Es una suerte entonces encontrarse con la persona de Jesús de Nazaret. Él nos puede ayudar a conocernos mejor, a ser nosotros mismos, a descubrir con más hondura lo mejor que hay en nosotros. Él nos puede conducir a lo esencial, pues nos obliga a hacernos las preguntas que nos acercan a lo importante de la existencia.
Él aporta un horizonte diferente a nuestra vida. En él escuchamos una llamada a vivir la existencia desde su última raíz, que es un Dios «amigo de la vida». Él nos invita a reorientarlo todo hacia una vida más digna, dichosa y abundante, una vida eterna. Por eso es tan importante en cualquier momento de la vida responder sinceramente a esa pregunta de Jesús: «Quién dicen que soy yo?» ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué podría aportar a mi vida?
Juan Andrés Hidalgo Lora, cmf y José Antonio Pagola