«VENGAN COMINGO Y LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES».
Hijos amados de Dios, cuánto nos gustan los encuentros y el compartir entre amigos y hermanos, aunque ahora no lo podemos hacer. Nos debemos conformar con una llamada telefónica o un mensaje de texto. Esto lo hacemos los que sabemos obedecer. Y en este tiempo que vivimos podemos traer a la memoria tantas experiencias y aventuras compartidas dentro de la familia, grupo e incluso dentro de la Iglesia. Cuántas de estas hoy quedan grabadas, hacen y crean huellas en nuestras vidas. Algo parecido debió ocurrirles a los primeros discípulos del señor, que se sienten atraídos y se llenan de inquietud ante la persona atrayente del maestro, y abandonando a su antiguo maestro Juan para irse tras Jesús, forman parte de sus nuevos seguidores. Así, hoy también nosotros formamos parte de ellos.
Ser seguidor de Jesús implica retos y desafíos; nos enfrentamos a que muchos nos ataquen, nos calumnien y nos quieran desanimar y más en los momentos difíciles donde muchos nos quieren hacer ver que Dios nos ha dejado solos e incluso abandonados. Pero es todo lo contrario, él nos invita a dejar todo, porque, aunque no lo veamos ni sintamos, él va ahí a nuestro lado, cargando con tu vida, ayudándote a continuar. Miremos nuestra propia historia y nos podremos dar cuenta de que nadie que haya acudido a Dios ha quedado defraudado, porque el ahí siempre está para ayudarnos.
En el evangelio de hoy escuchamos a Jesús que nos dice: «El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca, conviértanse y crean en la buena noticia». Comienza situando la misión de Jesús en un lugar geográfico: Galilea; y en un momento cronológico: la muerte de Juan Bautista, el Precursor. Esa misión comienza con una afirmación rotunda: han llegado los tiempos nuevos. Y con esta escena es que Jesús habla por primera vez en Público y con esto expone lo que será todo su ministerio o el plan de salvación. Mostrando, no solo con dones y palabras, que el reino de Dios está cerca.
De ese modo él aparece en salida; en una región, en ese momento insignificante. Allí él se hace escuchar y se da a conocer, no como un profeta más, sino como aquel en quien llegará la plenitud de los tiempos. Allí es que Jesús recibe esa respuesta inmediata y radical de los primeros discípulos, que dejándolo todo le siguieron.
Podríamos decir que este primer llamado que él hace es entonces una radical conversión. Jesús cuenta con que nosotros, a partir del encuentro con él, cambiemos nuestra vida y transformemos nuestra historia. Que seamos hombres y mujeres que trabajemos para la construcción de ese reino que ya se acerca. Y es que su presencia trae nuevos tiempos, lo antiguo ha pasado. Hay que dejar lo que ya no tiene ningún sentido ni religioso, ni humano. No hay que vivir atado a normas y leyes que marginan e impiden a las personas vivir en libertad. El reino de Dios se realiza desde la libertad.
Podríamos decir que en la conversión y el seguimiento de Cristo al que se nos llama, encontramos una clave esencial para llevar a cabo ese seguimiento. Y es dejarlo todo. Y es que el encuentro con Jesús es transformador, nadie queda igual, sino que tu vida se va transformando y moldeando. En el caso de los primeros discípulos, éstos dejaron las redes, la barca, su familia, su casa y con esto dan signo de estar dispuestos a ir más allá para apoyar a su maestro en la ampliación del Reino.
El evangelista después de presentar a Jesús una vez que ha dado testimonio, habiendo vivido la experiencia del bautismo y superadas las tentaciones, lo muestra mezclándose con las personas, siendo uno más del pueblo. Pero es un personaje contemplativo que ve y mira a las personas, observa lo que está ocurriendo con la gente y va aprendiendo dónde centrar su misión. Desde el principio de su ministerio, Jesús vive en comunidad con un grupo de seguidores y seguidoras. Esta comunidad durará hasta el final de su ministerio.
Y podríamos decir que ir detrás de Jesús tiene un significado. Tiene la finalidad de ir con Él para aprender, para ser alumnos. Para escucharle, ver lo que hace, cómo se comporta y descubrir como el Dios en el que creen, está actuando. Ir detrás es aventurarse a intentar hacer lo que Él les enseña. Detrás de Él para dejarse corregir y ver la novedad que pone Jesús en sus vidas. Los que van a ser sus seguidores aparecen sorprendidos en sus faenas y solo se convierten en discípulos cuando abandonan sus ocupaciones y siguen a Jesús. Dejarse acompañar con Él. Identificarse con su estilo de vida. Compartir su mismo destino en fidelidad y disponibilidad a las exigencias que lleva consigo el seguimiento. Ser discípulo de Jesús supone, colaborar en su misma misión. Congregar a los que están perdidos, marginados y dispersos. Anunciarles la cercanía del Reino de Dios.
Sin olvidar que, cuando Dios reina en el mundo, la humanidad progresa en justicia, solidaridad, compasión, fraternidad y paz. A esto se dedicó Jesús con verdadera pasión. Por ello fue perseguido, torturado y ejecutado. «El reino de Dios» fue lo absoluto para él. La conclusión es evidente: la fuerza, el motor, el objetivo, la razón y el sentido último del cristianismo es «el reino de Dios», no otra cosa. Pues la única manera de mirar la vida como la miraba Jesús, la única forma de sentir las cosas como las sentía él, el único modo de actuar como él actuaba, es orientar la vida a construir un mundo más humano.
Es muy curioso, pero Jesús no quería que el pueblo marchara al Jordán a prepararse para el juicio inminente de Dios. Sería él mismo quien los visitara, aldea por aldea, invitando a todos a acoger a Dios que irrumpía en sus vidas. No tenían que peregrinar a ninguna parte. Era Dios quien venía a sus casas. Su vida itinerante en medio de aquellas gentes era símbolo de su libertad. El Dios de Jesús sólo puede ser anunciado en contacto directo y estrecho con las gentes más necesitadas de vida y dignidad, desde una estrategia alejada del poder, por hombres y mujeres que se mueven con libertad frente a cualquier sistema opresor.
Y un ejemplo claro lo fue Teresa de Lisieux, pues para ella la «justicia de Dios» no tiene nada que ver con los tribunales humanos. Es la justicia de alguien que es amor y misericordia infinita. Por eso, la justicia de Dios que a tantos espanta, constituye para ella motivo de alegría y de confianza. Escuchemos sus palabras: «Yo sé que hay que estar muy puros para comparecer ante el Dios de toda santidad, pero sé también que el Señor es infinitamente justo. Y esta justicia, que asusta a tantas almas, es precisamente lo que constituye el motivo de mi alegría y de mi confianza… Precisamente porque es justo, es compasivo y misericordioso…, se acuerda de que somos barro». Teresa se alegra al pensar en la justicia de Dios: «”¡Qué alegría pensar que Dios es justo!, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades… Siendo así, ¿de qué voy a tener miedo? El Dios infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta bondad todas las culpas del hijo pródigo, ¿no va a ser justo también conmigo?». Pues podríamos decir que la invitación más pura de Teresa fue cuando nos invitó a confiar totalmente en la misericordia de Dios, el cual se convierte en el mensaje del mismo Jesús, olvidado muchas veces por los suyos.
Y nuestro querido Karl Rahner en su precioso librito «¿Crees en Dios?» escribe así: «Dios es y sigue siendo el misterio inefable. Lo único que se sabe de Dios es la experiencia del misterio obtenida en la adoración. El único medio de acercarse a Él es la humildad, es decir, la verdad de nuestra existencia humana». Porque yo hoy me pregunto ¿No estará ahí todo el secreto? Cuántos hombres y mujeres sencillos saben de Dios más que teólogos y dogmáticos ilustrados. Gentes que no hacen gala de una fe grande y pura, pero que se confían humildemente al misterio de Dios. Personas que viven muy sencillas, que viven el amor al prójimo sin aspavientos ni ostentación alguna. Cristianos humildes, muy conscientes de su limitación y su pecado, pero que se saben habitados por la presencia bondadosa de Dios. No sabrán decirnos grandes cosas de Él, pero han acertado en lo más importante. Lo han acogido como gracia. Saben vivir ante Él. Han respondido a la llamada de Jesús: «Crean la Buena Noticia».
Te invito a que terminemos orando con el texto. «Después de entregar a Juan. Jesús marchó a Galilea. Pero él fue a proclamar. El evangelio de Dios. Pero se cumplió el tiempo. El reino de Dios está cerca. Y tienen que convertirse. Crean en el evangelio. Pero cuando él pasaba. Junto al mar de Galilea. Vio a Simón y a Andrés. Ellos eran pescadores. Pero les dijo Jesús. Pues vengan en pos de mí. Pues lo que ustedes serán. Es pescadores de hombres. Ellos dejaron las redes. Y siguieron a Jesús. Pero un poco más tarde. Él pudo ver a Santiago. Hijo del Zebedeo. Y a su hermano Juan. En la barca. Y repasaban las redes. Y dejaron a su Padre. Que era el Zebedeo. Junto con los jornaleros. Se marcharon en pos de él. Amén».
Juan Andrés Hidalgo Lora, cmf, y José Antonio Pagola.